Vuelo de Audaces de Rosillo y Parlá (1913)Ruben Urribarres |
Se consideraba extremadamente peligroso el viaje aéreo entre
Cayo Hueso, en EE.UU. y La Habana. El aviador norteamericano McCurdy lo
había intentado sin éxito y en ese año, 1913, dos
cubanos repetirían el propósito en busca de mejor suerte.
El Ayuntamiento de La Habana decidió premiar la proeza:
«¡Diez mil pesos para el que llegue primero y cinco
mil para el segundo!»
El vuelo contaría con la custodia de tres barcos de la Marina
Nacional cubana: el «Patria» estaría a 45 millas de
La Habana, el «Hatuey» a 30 y el «24 de Febrero»
a 15. Un buque norteamericano: el cañonero «Peoria»
también cooperaría con la seguridad de los intrépidos
pilotos.
Cuando el primer avión despegara, en La Habana la batería
de salvas de La Cabaña dispararía dos cañonazos que
anunciarían el inicio de la travesía.
Sin embargo, aún no estaba precisado el día. Rosillo había acudido antes que Parlá a Cayo Hueso y si no hubiese sido porque la hélice de su monoplano Bleriot-XI se había roto durante un vuelo de prueba - que hizo para complacer a los emigrados cubanos que ansiaban su triunfo- ya habría intentado la empresa. El asunto de la hélice se complicó y en espera de que ésta le fuese enviada desde Cuba, llegó Parlá a Cayo Hueso, con su hidroavión Curtiss, de 80 caballos de fuerza.
Parlá tenía en su contra la falta de experiencia, y a su favor la superioridad de su aparato para realizar vuelos sobre el agua, pues si descendiera violentamente sobre el mar quedaría flotando.
De cualquier forma la hélice de Rosillo demoró más
de lo esperado y aunque Parlá se encontraba listo para el vuelo,
las condiciones del tiempo no eran propicias. Ya se conocía que
Rosillo traería consigo una valija de cartas y una orden para comprar
tabaco de la fábrica de Gato -por primera vez la industria tabacalera
utilizaría la aviación para sus operaciones comerciales.
las palmas cubanas |
Por fin llegó la tan esperada hélice para el monoplano Bleriot. Todo quedó listo para el 17.
Con las primeras luces del alba de ese día, en el mástil
más pequeño de los tres para señales del Morro de
La Habana apareció una bandera roja: el público supo que
ese era el gran día.
A las 5:10 a.m. partió Rosillo. Su avión lo bautizó
con el nombre de Habana y en el timón se leía:
Cuba.
Voló 2 horas, 30 minutos y 40 segundos. A punto estuvo de perecer
antes de dar cima a su hazaña: se le acabó la gasolina. El
fuerte viento de costado le hizo consumir más combustible.
Repuesto del viaje, declaró:
-¿Mis impresiones de hoy? ¿Usted ha oído hablar
de la tempestad bajo el cráneo?
«Empecé a ver cómo descendía el nivel de la gasolina en el tubo indicador, con una precipitación superior a la calculada. Sólo veía mar y cielo. La máquina trabajaba con regularidad admirable; vi al «Hatuey», lo pasé; el tubo estaba casi vacío; finalmente divisé Cuba(...) Llegué sin una gota de gasolina, ni siquiera pude aterrizar donde debía, en el Polígono de Columbia, y tuve que bajar en el campo de tiro. El viento me hizo consumir más combustible del que debía. Había llenado el tanque con 50 litros, y por esas corazonadas que uno a veces tiene, le eché 10 onzas más...»
Parlá, por su parte, había partido a las 5:57 y a las 6:01 tuvo que regresar: «Inicié el vuelo, pero el aparato no me obedecía y no se remontaba, me lo impedía el viento que soplaba. Cuando regresé y lo examiné encontré rotos dos alambres tensores del timón de profundidad.» Rosillo era, sin discusión, el ganador.
El 19, a las 2:00 de la tarde y sin previa notificación de sus
intenciones, Parlá se remontó nuevamente en busca de la anhelada
meta. No tuvo protección de la Marina. A
diferencia de Rosillo, que prefierió volar escoltado por barcos,
Parlá vuela sólo. El aviso llegó a La Habana
sorpresivamente y el público se aprestó a recibir al resuelto
aviador.
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Más de dos horas transcurrieron y aún no se divisaba el Curtiss desde el Morro. ¿Habría perecido? ¿Estaría flotando en alguna parte del Caribe?¿Lo habría arrastrado el viento a quién sabe qué lugar y ahora volaría sin rumbo? se preguntaban todos.
Pronto llegó la respuesta: «El aviador Agustín Parlá acuatizó en la bahía del Mariel, con peligro de su vida, a las 4:30 de hoy 19 de mayo de 1913. Fallas del motor le impidieron llegar a La Habana. Se encuentra bien y ya partió en automóvil hacia la capital».
De su partida desde Cayo Hueso un cronista escribió: «...lleno de un patriotismo sin límite y una resolución tenaz, se lanzó al espacio en viaje de pruebas, y cuando el pueblo que lo seguía con la vista creyó terminado el vuelo, vio al aviador maniobrar con rumbo al...ideal, a Cuba».
El Ayuntamiento de La Habana otorgó el segundo premio a Parlá, aunque, en verdad, quien ganó fue Cuba, pues como se afirmó entonces: «su nombre se inscribe en la historia de la aviación y se colocará entre los países más adelantados en el empeño de llevar la aviación hasta el límite máximo del progreso».
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